Un acto de amor, es una despedida sin batallas jurídicas: El Fideicomiso Civil

Un acto de amor, es una despedida sin batallas jurídicas: El Fideicomiso Civil

En Colombia, cuando una familia se enfrenta a la partida de uno de sus miembros, no solo lucha con la tristeza y el vacío, sino que además inicia una verdadera odisea para heredar sus bienes. Un proceso judicial llamado sucesión, que a la espera, a los trámites y a los costos hará que la pena se mezcle con la burocracia y el desgaste. Pero hay una figura legal que, con la fuerza de la lógica y la ley, viene a salvar el día: el fideicomiso civil.


Este mecanismo, registrado en las escrituras y amparado por el Código Civil del país, es más que un simple trámite, es la llave que abre la puerta a una herencia en vida. Aquí, el padre o la madre, el fiduciante, confía en un tercero, el fiduciario, para que guarde ese patrimonio precioso hasta que llegue la hora marcada. Cuando el tiempo determinado o la condición pactada se cumple —normalmente el fallecimiento— el bien pasa automáticamente al beneficiario señalado, usualmente los hijos, sin que estos tengan que enfrentarse a la arena agotadora de un juzgado.


Lo curioso de este sistema está en su equilibrio. El fiduciante no pierde el poder sobre sus bienes mientras esté en vida, puede cambiar de opinión y revocar el acuerdo cuando lo estime necesario. Los juzgados han reconocido que, aunque existe un traspaso de propiedad al fiduciario, este es limitado y condicionado estrictamente para proteger la voluntad del otorgante y los derechos de los herederos legítimos. Así, se evita que cualquiera con ambiciones injustas pueda alterar el destino de ese patrimonio que fue planificado para la familia.


Para poder activar este pacto, el bien debe estar limpio de deudas y su situación legal debe quedar en orden, con certificados de libertad y tradición que confirmen su historia. También exige formalidad en la escritura pública y claridad en el contrato que articula todos los términos de este acuerdo con paciencia y precisión.


No es solo un gesto legal, es un acto de amor que mira hacia el futuro para evitar conflictos, enredos y probabilidades de peleas entre familiares. Se trata de una sabia elección para evitar que la tristeza por la pérdida se multiplique en reclamaciones, papeleos interminables y ansiedad. El fideicomiso civil se convierte entonces en un salvavidas paciente y seguro, el puente para que a la muerte no le siga la guerra, sino la paz ordenada de saber que el patrimonio, fruto de años de trabajo y sueños, seguirá su camino tal como fue querido.


Y aunque los libros de leyes y las sentencias de las Cortes son fríos y técnicos, detrás de esta figura jurídica hay un reflejo simple pero poderoso: la posibilidad de una despedida sin batallas jurídicas, un legado administrado con respeto y una sonrisa de alivio en medio del duelo. Así funciona, en esencia, el fideicomiso civil, un alivio palpable en la vida real de las familias colombianas.

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